Es que estábamos yendo hacia el Bosque Verde, teníamos que
escapar. Los estaban vapuleando y no podíamos hacer nada. Tenían armas muy
terribles, les atravesaban el cráneo y rompían sus piernas con palos de Ébano. Luego de eso, solo podían arrastrarse con sus manos, para cubrirse entre los
árboles. El bosque es muy grande y vos lo sabes, muchos se pierden, no están
acostumbrados, no se animaron nunca a enfrentarlo. Los árboles son muy grandes
y está todo muy oscuro. Yo estaba muy mal, los Chamanes me habían dicho que el
caos me venía, y no sabía qué hacer, la Maquina arrastro mi ciudad y quedamos
pocos. También mato al dragón y con eso ya no supimos que hacer. El terror de
ese día fué muy fuerte, esa sensación de querer esconderse de las criaturas detrás
de un muro y con los ojos cerrados, es muy fea, no la olvido todavía. No puedo
olvidar, me cuesta pensar en hoy. Es violencia en mis venas, violencia en mi
mente, violencia, violencia, violenta violencia. Que más decir, la verdad que
en ese momento me perseguían, y estaba ferviente de sangre. Es inaguantable, no
entendes vos, te tiemblan las manos y estas inconsciente. Tu fuerza es
incontrolable, y no podes hacer más que llevarte por tus instintos. Yo corría,
cansado hacia el Bosque Verde, rumbo a la oscuridad. Es otoño, asi que las hojas
acolchonaban el suelo, y había mucha humedad. Hacía frío ese atardecer. Cuando
la vi ahí tirada, vino la noche a mi mente. La vi con una de las flechas
atravesando su pecho y sentí hasta el fondo de la médula, el dolor que sentía
cuando se retorcía en el suelo, gritando, jonda y triste en la oscuridad del
Bosque. Cuando me vió desesperó, porque ya lo sabía ella. Comenzó a arrastrarse
y siguió matando su garganta a gritos irritantes, se oía el crujir de sus
costillas contra la flecha. Era insoportable verla así, sintiendo el fin, tan
doloroso. No te imaginas, seguro las astillas de la madera rozaban su corazón y
cada roce le dolía tanto que veía el pasado, presente y futuro pasar por sus
ojitos. Me insultaba con balbuceos, gemidos y gritos. Era ella muy fuerte. Sus
ojos negros como a mí me gustan y su pelo hermoso a juego con la lóbrega
oscuridad del Bosque me enternecía, pero a la vez me rebotaban en el corazón y
me lo pateaban. La sangre hervía, y corría por mis venas muy muy rápido. No
soporté mas, tomé mi lanza de punta férrea con mi mano derecha, y la apuñale en
el estómago una vez, dos veces... Sentía como se hundía, como perforaba la piel
como gelatina. Grito a gemido y gemido a grito, sentía sus súplicas. Sentía el
martirio de la vida en un minuto de apuñaladas negras con punta fría y gris. Te
lo suplico! me decía, Basta! ... Tres veces, cuatro.... Se abalanzó a mis pies,
me agarró los pantalones y me miró a los ojos, llorando, con su boca roja, y me
dijo.....