miércoles, 29 de junio de 2011

Un mundo así.

Gusanos de cemento que atrapan pies, comen cabezas y beben sangre.
Momias desnudas que olfatean simplicidad para descubrir vidrieras.
Caracoles coronados que encarrilan en pistas cíclicas.
Cubículo escarlata pintado de plateado que se cansa de reflejar figuras que desfigura.
Mar de pedruscos grises que chocan entre su homogeneidad, tristes por no saber convertirse en pájaros.
Monos negros que tienen una sola cuerda vocal y festejan el sueño de una guitarra.
Marginada letra eñe, que pisotea a un tropel de letras ene en la palabra cañaveral y sorprende con el primer premio.
Herramienta que se convierte en sonajero.
Sol que acciona sólo cuando un ojo lo ve.
Canción simple que corta a la lombriz en dos para duplicar sus oyentes, en vez de usar más colores.
Alimento que olvido volar y empaca sus cosas.
Demasiados ojos ingenuos que ven el teatro desde el hueco de la misma cerradura.

miércoles, 22 de junio de 2011

Adoro


Matices café infinito, es mi más dulce sueño. 
Negrísimo río fluye fragante pero quietamente y desemboca en el deseo de mis palmas.
Por una curva muy peligrosa, es que me gusta pasar mientras viajo, sabiendo que allí murieron muchos.
Enamorado de un muro, abrazo con mis zarcillos llegando a un valle donde estoy rodeado.
Imagino dos cascadas limpias mirando para adentro con su negrura y cayendo como si viviera sus últimos litros.
De momento descanso y sostengo a la vida y a la muerte con mi locura.
Esa aventura donde una ventisca desata el escalofrío más salvaje que muere con el filo de la punta de mi beso.
Un aroma que encandila a los árboles y los ensordece.
Así me gustaría.
Jugar a la rayuela con arañas. Jugar a las arañas sobre el mar corazón, lumbre y lumbar.
Luego matar al abandono y dejar de imaginar a las cascadas, para encontrar a dos fuentes de aguas negras mirando al cielo y mostrando sus abismos embelesados.
Imposible no abrumar con esencias puras sobre el balcón lleno de almohadas que los duendes usan para saludarse.
Justo ahí es cuando nace la sensación caudalosa más amazónica, donde viajan soles arrastrando planetas, donde caen montañas como manzanas maduras y juegan titanes con mariposas.
Todo el oro fundido con libidinosidad que estaba estancado, engendra los torrentes más fervientes.
Cuando un coral conquista mis mundos, solo quiero dormir sin frío.
Es cuando dibuja sobre mis nervios, es que quiero asesinar a las agujas segunderas y sentir las olas que rebalsan del balcón.
Un preludio capaz de obsequiarle a un soldado la valentía de un buen Rey.
Puedo sentir que es ahí cuando el águila llega a descansar a su nido y cuando el corazón grita desesperado por desconectarse de sus venas, trepar por las arterias y vomitar sus rubíes mientras admira la magia maravillosa que los duendes tienen preparado desde hace mucho.
Ellos desatan terremotos y anudan sangre.
Un balde de piedra, lleno de lava, vuelca gritos mullidos, sin ningún tipo de arrepentimiento.
Aplaudo a esos duendes que se lucen realizando almohadones suavemente carnosos, con los tejidos mas adorables.
Allí donde el magma encuentra su lugar, para expresarse y cantar las melodías que nos hicieron creer que venían del infierno.
Momento en el que se puede volar mientras un goce nos regala con su pureza, como el mar sobre las rocas.
Comienzo de un final eterno y quizá  mucho más precioso, donde una mano podría romper cualquier cosa que estuviera entre sus dedos, menos, el cuerpo de una mujer.



viernes, 17 de junio de 2011

Águilas de planeta.

Las águilas empezaban a llegar a la cueva. Primero gritaban desde muy alto, avisando su llegada y manteniendo su vuelo circular mientras esperaban su turno de entrar por la boca negra de la caverna. Esos ojos penetrantes que llegan a los abismos más tenues comenzaban a mirarse entre sí. Múltiples cabezas de águila y múltiples picos volteando de un lado a otro. 
De momento comienzan a abrir un cerco circular de águilas que mueven sus alas y plumas que delimitan sus colores. A los gritos desgarradores las águilas enervan a las piedras, mientras ululan y se excitan, desesperadas y jugando con su cuello que mueve sus cabezas graciosamente.
Queda una sola en el medio de la ronda. Una sola que nada entiende, que nada vigila y que ya no reconoce a su planeta de perfeccionamiento.
Retorcijones y gritos nacen del águila, formando un aura de maldad y martirio en su rededor. De repente sus alas crecen y forma un codo, y sus preciosas plumas palidecen y caen bailando.
El águila duele.
Materias y mezclas blandas atrapan sus patas y las recubren. Le crecen más dedos y su pico cae rebotando infinitamente con un eco vago. Con sus ojos ya grandes y vacios, el águila se encuentra transformada dentro de su cueva. Su cueva negra y excitante, que la transforma en humano. Humano para el águila...insultante.



sábado, 4 de junio de 2011

Abrir Mente y Ser, Luego leer.



Abrir Mente.Y Ser. Luego, Leer.

Ser puro, pulcro y puero Martin. Ser pleno, templar y grácil. Ser mutuo, fino y beodo de magia. Ser mago, exótico y paradero. Ser, Martin. Ser esencia, decisión y ánfora; ser sangre con la herida que acude en el momento, sin llamado. Ser uña, barco y arena; ser sartal, vaharada u orgía de eso. Ser mano, ser cosas, Martin. Ser mundo, pero aspirar ser universo; ser cúmulo y cerrojo. Ser quicio. Ser rubí, tomate y manzanas ¿entendés? Ser latido, lastre y laguna; Ser goleta eximida en éxodo y ser oxígeno. Martin, hay que ser, hay que ser rueda, pulpo y silla. Ser pintura y sombreado, ser planta. Hay que ser pinar, hechizo y chocolate; ser agua, ser marea. Hay que ser diáfano, ser emboque. Ser fasto, raíz, felpa y pupo. Hay que ser gota Martin, lágrima. Ser tintero, ser licor, sahumerio y varita. Ser lecho, Martin; ser nicho, listón y falseta. También hay que ser postre che, hay que probar ser boya y ser estrella; ser cueva y pasto; motor. Ser idílico, ser néctar. Hay que ser hongo, ser metáfora. Ser sentido, ser sonrisa y también, ser ceniza. Ser cascada, ser lumbre, ser resorte, ser duende... Martin.

Ojo Martin, que también hay que no ser. No hay que ser pistola, ni cemento. Ni nudo, ni tecla, ni moneda. No hay que ser serie, ni réplica. Mucho menos robo. No hay que ser ni vastedad ni punto. Ni modorra, ni piedra, ni patíbulo de ideas. No Martin, no hay que ser ni detalle ni aflicción. Tampoco paliativo ni veleidad. Si uno es tupido y soporte, termina hilando y endilgando royos, Martin. No hay que ser carrera ni repetición. No hay que ser imagen; no hay que ser antena, ni enchufe; ni sal ni condimento. No hay que ser talco, Martin, ni tampoco cartelera. Ni clavo, ni pixel y para nada lacayo. Ni termo, ni portal. Hay que pensar Martin, en no ser herramienta ni programa. No hay que ser ni coraza ni gelatina. No hay que ser deshojo ni oráculo. Es feo ser oscilación, no hay que serlo, Martin; como tampoco hay que ser mascara, ni virtud férrea. No hay que ser implosión, ni plomo. Ni panal, ni aceite, ni boga. No hay que ser cactus nunca, ni tampoco aparato. No hay que ser corneta, ni tampoco cortina. Ni menguado ni tapa ni martillo. Cuidado con ser cigarro o alfiler Martin, no hay que serlo.

Eso creo.

domingo, 22 de mayo de 2011

Tersuare.




Hace mucho, mucho tiempo.
Hubo una vez un joven que tenía mucho, mucho amor. 
Este joven lo daba aún cuando no lo recibía. 
Las personas de su alrededor quedaban encantadas. 
Daba amor cuando se lo pedían y cuando no. 
Daba amor cuando lo veían, y cuando lo besaban más amor. 
Cuando lo molestaban, daba amor y cuando lo lastimaban, a si mismo, también daba amor. 
Saludaba con amor y no se despedía sin él. 
Todos podían ver el amor en su esencia. 
Tanto así, que un día las personas de su alrededor, que lo buscaban, decidieron empezar a guardar su amor en baúles y cajones.

Atiborraron de amor en todo hueco.

Hoy la gente puede acercarse a ver mil y un cajones y baúles en el museo, llenos de amor.
La gente que pasa, pregunta. 
-¿Por qué este joven creció, vivió y murió sólo? si tanto amor daba...
Y el portero del museo les dice:
-Porque nunca nadie supo usarlo.

sábado, 21 de mayo de 2011

Tragedia Mordaz y Mariposa.



Ella miraba sus zapatillas con la frente descansando en sus rodillas, en el momento en que estaba sentada en los escalones.

A la hora en que debía llegar él, llegó otra persona con los dibujos de negras lágrimas por la cara. Ella, siente a su corazón volcar sangre helada por su pecho, cuando recibe un sobre que decía:

"Anoche, él comenzó a retorcerse con ojos tristes y aura ansiosa. Comenzaba acalambrado, a estrujarse el estomago y a soplarse el pecho, jadeando ahogado y desesperado. 
Se deshizo de su remera y se tiró al suelo con el torso desnudo. Su pecho y su estomago tenían un color cálido y sus ojitos derramaban muchas lágrimas, desvanecidos.
Murió con una sonrisa enamorada, después de vomitar esto y darse cuenta:"






viernes, 13 de mayo de 2011

Hórrido y Quimérico Sueño Pasional.






Es que estábamos yendo hacia el Bosque Verde, teníamos que escapar. Los estaban vapuleando y no podíamos hacer nada. Tenían armas muy terribles, les atravesaban el cráneo y rompían sus piernas con palos de Ébano. Luego de eso, solo podían arrastrarse con sus manos, para cubrirse entre los árboles. El bosque es muy grande y vos lo sabes, muchos se pierden, no están acostumbrados, no se animaron nunca a enfrentarlo. Los árboles son muy grandes y está todo muy oscuro. Yo estaba muy mal, los Chamanes me habían dicho que el caos me venía, y no sabía qué hacer, la Maquina arrastro mi ciudad y quedamos pocos. También mato al dragón y con eso ya no supimos que hacer. El terror de ese día fué muy fuerte, esa sensación de querer esconderse de las criaturas detrás de un muro y con los ojos cerrados, es muy fea, no la olvido todavía. No puedo olvidar, me cuesta pensar en hoy. Es violencia en mis venas, violencia en mi mente, violencia, violencia, violenta violencia. Que más decir, la verdad que en ese momento me perseguían, y estaba ferviente de sangre. Es inaguantable, no entendes vos, te tiemblan las manos y estas inconsciente. Tu fuerza es incontrolable, y no podes hacer más que llevarte por tus instintos. Yo corría, cansado hacia el Bosque Verde, rumbo a la oscuridad. Es otoño, asi que las hojas acolchonaban el suelo, y había mucha humedad. Hacía frío ese atardecer. Cuando la vi ahí tirada, vino la noche a mi mente. La vi con una de las flechas atravesando su pecho y sentí hasta el fondo de la médula, el dolor que sentía cuando se retorcía en el suelo, gritando, jonda y triste en la oscuridad del Bosque. Cuando me vió desesperó, porque ya lo sabía ella. Comenzó a arrastrarse y siguió matando su garganta a gritos irritantes, se oía el crujir de sus costillas contra la flecha. Era insoportable verla así, sintiendo el fin, tan doloroso. No te imaginas, seguro las astillas de la madera rozaban su corazón y cada roce le dolía tanto que veía el pasado, presente y futuro pasar por sus ojitos. Me insultaba con balbuceos, gemidos y gritos. Era ella muy fuerte. Sus ojos negros como a mí me gustan y su pelo hermoso a juego con la lóbrega oscuridad del Bosque me enternecía, pero a la vez me rebotaban en el corazón y me lo pateaban. La sangre hervía, y corría por mis venas muy muy rápido. No soporté mas, tomé mi lanza de punta férrea con mi mano derecha, y la apuñale en el estómago una vez, dos veces... Sentía como se hundía, como perforaba la piel como gelatina. Grito a gemido y gemido a grito, sentía sus súplicas. Sentía el martirio de la vida en un minuto de apuñaladas negras con punta fría y gris. Te lo suplico! me decía, Basta! ... Tres veces, cuatro.... Se abalanzó a mis pies, me agarró los pantalones y me miró a los ojos, llorando, con su boca roja, y me dijo.....






lunes, 18 de abril de 2011

Cuando abro el cajoncito pensando en duendes

Ella me persigue, sombra fragante que penetra templada y revienta mis pulmones. Se apoya en mis labios y jugando con mi olfato y delirando a mis alveolos. Lacónica y fugaz, desaparece cuando doy cuenta de su presencia dejándome anheloso cavilando en la nostalgia.
Con ojos cerrados, intento adivinarla entre el soponcio del ambiente pero su dejo es tan tenue que no termino de invocar esa sensación agradable de zambullirme entre sus aromas ninfáticos y esquivos.
Y ahí me acuerdo del ayer, de la delicia del resabio en la noche lascivia de mi libido, cuando la savia tibia de tus labios aliviaba mi sed por tus efluvios, fundiendo mi ser y tu persona en un arrabio de novios, mientras la miel nos envidiaba rabiosa por no ser tan dulce como vos, que fluías en mi Estigia, preludiando mis idilios, donde hoy vivimos, imbuídos y avernales.
Es mi sentido de vivir: Tu aroma núbil, tu perfume de cariño y tu olor a enamorada que a todo dedica hermoso llanto. Ella lo tiene y siempre se me escapa para irse con tigo y pienso, cómo es que viene a jugar con migo: Si tú la mandas o yo la pido. Se hamaca en tu pelo, viaja con tus manos, se pasea por tu vientre y descansa en tus enaguas: Esa fragua frutal y flameante que forja la hermosura de mis fantasías más desquiciadas.
Tortuoso pensar esta noche sin tu cuerpo con mi ser amalgamado, sin que la saques y la sientes a mi lado, sin que devores mi corazón en un bocado, sin esa fragancia de reina sin su amado y sin que auscultes mi pecho consternado de temer que sol envenenado, La mate junto con la noche y nos pinte de dorado, vengando a la miel que tanto había llorado.

Cariño de alma, vos no entendes cuanta demencia hay acumulada. Cuando alunizo en tus ojos El me lastima. La huele en celo, y enloquece como mastín desesperado por carne, por asesinar a sangre fría. Imaginate cuando no eras mía, El la veía y hundía su cuchillo en mi corazón, derramando el manantial hemorrágico y candente en mi estomago para que yo lo saque de su encierro. Antes, cuando te veía con trazas de haber llorado me castigaba por no consolarte como merecías y se burlaba de mi timidez.
A la noche me cantaba.
"Cerca del río hay un sendero
Donde la tarde es caramelo
Cerca del rio yo me pierdo
Me encontraré 
Cuando me encuentre con tus besos"
♦♦♦
Así me contagiaba de su locura, de su sed, de su lujuria. Tengo miedo de despojarlo de sus últimos grilletes porque nadie contiene la fuerza de un felino agazapado. Hay veces que golpea a los demás y los amenaza para someterme con libertad.
Cuando sonreís me estruja la garganta y me corta el habla incitándome a liberarlo. Lo peor es cuando me abrazas y me susurras a media voz, porque Ella, asirenada, le canta y lo hechiza, azuzándolo a reventar mi pecho para buscarla y amarla para siempre.
Siempre pienso en vos y ahora sé que es culpa de El porque se sienta en mis oídos a repetir tu nombre, tan bonito. Ahora no me molesta querida, porque cuando esta con ella se merma y desvanece, con tus besos colmadores, sin necesidad de maltratarme. Más bien, se dedica a distraerme. Una mañana te vio con un trenzado muy hermoso que hacía juego con tu rostro tan bello, embetunado de felicidad, y se pasó la tarde tapizando mis pensamientos con vos.
Mujer, ¿entiendes cuanta demencia?

jueves, 24 de marzo de 2011

Ósculo


Y así estaba yo, significando a la medianoche, tanteando tu cuerpo, buscando tu cuello y encariñándome con tus cabellos; embebido por tu fragancia. Claro, sin conciencia... mis labios se imantan, aplastando los tuyos.
En seguida nos encontramos ubicados, yo me deleito con tu labio inferior mientras vos... te embelesas con mi labio superior.
Ellos se abrazan y se humedecen, se absorben succionados y languidecen. Mezquinos, porque encerradas, las lenguas... enloquecen.
Ellas, desquiciadas y tentaculares, forcejean con ellos para encontrarse y lamerse, desparramándose como pulpos por las concavidades de las bocas.
De cuando en cuando, vos te frenas para secar con tus manos exquisitas, mi boca empapada de besos y seguís... inmisericorde.
Mis labios, borrachos, tentan cual Odiseo, aventurarse al infinito de tu yugularidad, pero mi lengua, que nunca colma su arrobo... clama el retorno.
Otra vez cariño mío, la danza labial, interrumpida por la salacidad de nuestras lenguas voraces, que enlaguna el besuqueo incauto e incansable de nuestras bocas..., nos está regalando mutuamente.
¡Hay querida!, me basta con tocar tu boca para sumergirme en tu cálice de licor y empalagarme... ebrio de tu persona.
Quiero guardar tu aroma en un cajoncito, junto con tu calor y junto con tu suavidad, porque ahora me voy y volveré mañana, para encontrarte aquí... Penelopescente. Y sentir tus labios... Fervientes. Reviviendo los míos... Dementes.

lunes, 14 de marzo de 2011

Verde Esperanza, Verde esmeralda, En Tu Mundo Maldito.





Ellos estaban cómodamente sentados y divertidos sobre sillones mullidos y espaciosos, cuando el espectáculo de la precaria televisión los cautivaba. Ellos bebían su más preciado néctar: Ron y vino, acompañados por salame tajeado en tabla.
Yo, sentado y sin atención de esos burdos ladrones, tentaba desligar los nudos de mi atadura. Cuando lo logré, recuperar mis movimientos de libertad, esbocé un plan de escape y, sigilosamente, partí en dos la silla en la cual estaba sentado, sobre la cabeza de uno de los locos, volteando la estufa de querosén y echando encima el cigarro que tenía en mi boca mientras planeaba mi épico boleto de salida.
Corrí hacia la puerta abierta, dejando llamas por atrás, y salté un barranco con un parapente que robé del Jeep, el  cual ya tenía apuntado de antes. El salto fue de pocos metros, con lo cual, no alcé vuelo, si no que me facilité una corrida interrumpida por largos saltos cerro abajo.
Los militares perdieron poder y estos tipos, secuestran a todo hombre de temprana edad, para torturarlo y calcinar su cerebro, engendrando un soldado raso, leal a la mierda. Pensar en ese futuro fatídico me da fuerzas de dar trancos más largos para efectivizar mi huida.
Pasaron muchos minutos y ya no puedo usar este medio de transporte, los árboles me lo impiden. Descansando, me sorprendo observando a una mujer. La vi correr lejos de mí, perseguida de su flameante vestido y sus mechones azabaches. Seguro escapa de alguien como yo. La miro. Ella no. Ella corre y corre. ¿Me vio? No lo sé, mas tarde lo sabré.


Corro sola. Me mira un joven, sentado. No lo observo, no puedo detenerme, no puedo arriesgarme, tengo miedo, quiero estar a salvo. Mi vestido está sucio y mojado, me cuesta ser rápida.
Ahora llego a un pueblo urbano, muy descuidado, hediondo y seco. De más cerca parece un campamento del ejército situado en una manzana abandonada. Árboles secos de poca sombra, olor a gente, telas, toldos, muchedumbre. Me encuentro frente a una ventana, sin marco, sin vidrio, sin rejas; en una pared, sin sus perpendiculares, sin techo, derruida.
Se acerca algo, alguien. Alguien raro, panzón, deforme, sin expresión alguna. Se acerca demasiado e intento derribarlo con el tallo de una caña. Retrocede, pero algo me desnuca de un golpe por atrás.
Despierto con un vestido celeste y salpicado de florcitas pequeñas y salgo de una supuesta vivienda, improvisada con palos, restos de pared y madera. Un ambiente macabro, espeso y con sabor a olvido. Me acerqué a una mujer que martillaba un zapato rotoso. Cuando me miró, lo único que pude ver, es lo que faltaba en ellos: Sus ojos reflejaban un abismo sin fin, precioso, pero carente de un alma. Bajó la mirada y siguió su labor. Compartí con pena los minutos que venían hasta que algo hizo que ella se reventara un dedo con la herramienta. Cualquiera hubiese llorado en alaridos pelados con ese accidente, pero ella, corrió a esconderse bajo una tabla.
Cuando presté atención a la realidad, tenía adelante mío a tres parejas ancianas, con una sonrisa aviesa y senil en su cara, ataviados con camisas floreadas como mi vestido y escondidos detrás de pequeños anteojos redondos y oscuros. La malignidad fantasmal me azuzó a correr. No lo confirmé, pero supuse que ellos eran culpables de la mujer desalmada. Su mórbida mirada me dijo que estos abuelos absorbían algo.
Salí de ese lugar, a una calle incandescente, fulminada por el sol. Me alegré al ver a dos mujeres pasar con un comportamiento humano delante de mí pero presentí cosas cuando vi sus cántaros con agua espesa, hediente a cloaca fétida y podredumbre y con futuro de ser bebida.
El mendigo mas andrajoso, pobre, enfermo e infeliz del mundo, me enseño su tétrica dentadura cuando logró recordarle a su cerebro y a su boca, lo bonito que era sonreír, luego de que le dí las monedas que encontré hurgando mi vestido nuevo.
Doblé la esquina y me topé con una rareza. Mujeres en bicicletas, camillas y colchonetas, incinerando calorías, dentro de una vidriera de cariz zoológica, que poseía una gran balanza en su base. El peso en kilogramos se apreciaba afuera de la vidriera donde se encontraba un reloj digital sostenido sobre un mástil de metal. Las mujeres dentro parecían contentas en sus trajes de gimnasia pero vi que la vanidad las había desquiciado para siempre. Eso sí, eran hermosas esculturas voluptuosas con caderas peligrosísimas y piel bronceada, pero no reflejaban femeneidad en sus ojos porque sé que no recibieron ni ofrecieron el amor que yo conocía.
Lo segundo y último que llamó mi atención, fue el aposento contiguo, una casa predominante en madera, fragante de vida. Ese lugar me absorbió, porque era una magia en la oscuridad lúgubre, desolada y fantasmagórica que acababa de experimentar.
Abrí y entré seguida de un joven al que miré con fugaz atención.


Delante mío entro una mujer que se fijó en mí levemente, y así recordé, era la mujer fugitiva. La casa en que entramos tenía un techo oriental. Estar ahí te convencía de querer morir allí. El piso crujiente, las vaharadas de perfumes florales y efluvios fragantes de gente preciosa, el meneo crepitante del fuego en la hoguera, el mutismo pacífico acompañado sólo por los sonidos momentáneos correspondientes a la paz y la hermosura y el olor arbóreo del ébano, cedro, pino, quebracho y bambú, me invitaron a no querer salir nunca.
La mujer fugitiva desapareció tras una puerta luego de hablar con otra, que la recibió contenta y que luego, se acercó hacia mí. Tenía ella un talismán en la mano cuando me dijo con tono pitoniso: "Esta cuando subís por ahí nene".
Sin preguntar, pero dudando de la seguridad con que me recibió siendo que no me conocía, subí. En el entrepiso alfombrado solo vi mujeres, y para mi sorpresa, todas se voltearon a mirarme. Un mar de caras desconocidas pero hermosas que me miraban, me sostenían y me inmovilizaban con sus ojos penetrantes.
Me senté con la intención de participar en lo que sea que estuvieran haciendo, pero presagiando que iba a ser víctima de algo.
Al lado mío. Si... A mi lado estaba. Olía a rosas y perfumes, relucía su piel cobre y sonreía invocando un terremoto volcánico en mi pecho. Sus ojos me decían te quiero abismándome, sucumbiéndome y endulzándome. La amé. No supe su nombre, solo supe que mi amar se agotó en ese instante y que lloré con mares. Con su cara morena, sonrojada y satisfecha de su acción me besó. Húmedo. Tierno. Suave. Aromático. Yo, abracé su espalda desnuda y morí, no sé de qué. De algo morí y eso soñé.

jueves, 20 de enero de 2011

Perfume •parte II•




Me enloquece  •  Me escandaliza

Me acaricia  •  Me inutiliza

Me juguetea  •  Me simpatiza

Me acompaña  •  Me idiotiza

Me corretea  •  Me ensordece

Me cachetea  •  Me fundamenta

Me enfermiza  •  Me apresura

Me desespera  •  Me serpentea

Me aterroriza  •  Me galvaniza

Me encamina  •  Me descompone

Me profundiza  •  Me humedece

Me recupera  •  Me compadece

Me emborracha  •  Me acalora

Me mortifica  •  Me enamora

Me acaudala  •  Me contorsiona

Me acuchilla  •  Me vapulea

Me oscurece  •  Me maravilla

Me empalaga  •  Me energiza

Me anestecia  •  Me viriliza

Me enmaraña  •  Me esperanza

Me balancea  •  Me desvanece

Me envenena  •  Me tranquiliza


Se impregna en mi esencia 
Me busca a distancia
Y es tu perfume


Yo - 2010