miércoles, 29 de junio de 2011

Un mundo así.

Gusanos de cemento que atrapan pies, comen cabezas y beben sangre.
Momias desnudas que olfatean simplicidad para descubrir vidrieras.
Caracoles coronados que encarrilan en pistas cíclicas.
Cubículo escarlata pintado de plateado que se cansa de reflejar figuras que desfigura.
Mar de pedruscos grises que chocan entre su homogeneidad, tristes por no saber convertirse en pájaros.
Monos negros que tienen una sola cuerda vocal y festejan el sueño de una guitarra.
Marginada letra eñe, que pisotea a un tropel de letras ene en la palabra cañaveral y sorprende con el primer premio.
Herramienta que se convierte en sonajero.
Sol que acciona sólo cuando un ojo lo ve.
Canción simple que corta a la lombriz en dos para duplicar sus oyentes, en vez de usar más colores.
Alimento que olvido volar y empaca sus cosas.
Demasiados ojos ingenuos que ven el teatro desde el hueco de la misma cerradura.

miércoles, 22 de junio de 2011

Adoro


Matices café infinito, es mi más dulce sueño. 
Negrísimo río fluye fragante pero quietamente y desemboca en el deseo de mis palmas.
Por una curva muy peligrosa, es que me gusta pasar mientras viajo, sabiendo que allí murieron muchos.
Enamorado de un muro, abrazo con mis zarcillos llegando a un valle donde estoy rodeado.
Imagino dos cascadas limpias mirando para adentro con su negrura y cayendo como si viviera sus últimos litros.
De momento descanso y sostengo a la vida y a la muerte con mi locura.
Esa aventura donde una ventisca desata el escalofrío más salvaje que muere con el filo de la punta de mi beso.
Un aroma que encandila a los árboles y los ensordece.
Así me gustaría.
Jugar a la rayuela con arañas. Jugar a las arañas sobre el mar corazón, lumbre y lumbar.
Luego matar al abandono y dejar de imaginar a las cascadas, para encontrar a dos fuentes de aguas negras mirando al cielo y mostrando sus abismos embelesados.
Imposible no abrumar con esencias puras sobre el balcón lleno de almohadas que los duendes usan para saludarse.
Justo ahí es cuando nace la sensación caudalosa más amazónica, donde viajan soles arrastrando planetas, donde caen montañas como manzanas maduras y juegan titanes con mariposas.
Todo el oro fundido con libidinosidad que estaba estancado, engendra los torrentes más fervientes.
Cuando un coral conquista mis mundos, solo quiero dormir sin frío.
Es cuando dibuja sobre mis nervios, es que quiero asesinar a las agujas segunderas y sentir las olas que rebalsan del balcón.
Un preludio capaz de obsequiarle a un soldado la valentía de un buen Rey.
Puedo sentir que es ahí cuando el águila llega a descansar a su nido y cuando el corazón grita desesperado por desconectarse de sus venas, trepar por las arterias y vomitar sus rubíes mientras admira la magia maravillosa que los duendes tienen preparado desde hace mucho.
Ellos desatan terremotos y anudan sangre.
Un balde de piedra, lleno de lava, vuelca gritos mullidos, sin ningún tipo de arrepentimiento.
Aplaudo a esos duendes que se lucen realizando almohadones suavemente carnosos, con los tejidos mas adorables.
Allí donde el magma encuentra su lugar, para expresarse y cantar las melodías que nos hicieron creer que venían del infierno.
Momento en el que se puede volar mientras un goce nos regala con su pureza, como el mar sobre las rocas.
Comienzo de un final eterno y quizá  mucho más precioso, donde una mano podría romper cualquier cosa que estuviera entre sus dedos, menos, el cuerpo de una mujer.



viernes, 17 de junio de 2011

Águilas de planeta.

Las águilas empezaban a llegar a la cueva. Primero gritaban desde muy alto, avisando su llegada y manteniendo su vuelo circular mientras esperaban su turno de entrar por la boca negra de la caverna. Esos ojos penetrantes que llegan a los abismos más tenues comenzaban a mirarse entre sí. Múltiples cabezas de águila y múltiples picos volteando de un lado a otro. 
De momento comienzan a abrir un cerco circular de águilas que mueven sus alas y plumas que delimitan sus colores. A los gritos desgarradores las águilas enervan a las piedras, mientras ululan y se excitan, desesperadas y jugando con su cuello que mueve sus cabezas graciosamente.
Queda una sola en el medio de la ronda. Una sola que nada entiende, que nada vigila y que ya no reconoce a su planeta de perfeccionamiento.
Retorcijones y gritos nacen del águila, formando un aura de maldad y martirio en su rededor. De repente sus alas crecen y forma un codo, y sus preciosas plumas palidecen y caen bailando.
El águila duele.
Materias y mezclas blandas atrapan sus patas y las recubren. Le crecen más dedos y su pico cae rebotando infinitamente con un eco vago. Con sus ojos ya grandes y vacios, el águila se encuentra transformada dentro de su cueva. Su cueva negra y excitante, que la transforma en humano. Humano para el águila...insultante.



sábado, 4 de junio de 2011

Abrir Mente y Ser, Luego leer.



Abrir Mente.Y Ser. Luego, Leer.

Ser puro, pulcro y puero Martin. Ser pleno, templar y grácil. Ser mutuo, fino y beodo de magia. Ser mago, exótico y paradero. Ser, Martin. Ser esencia, decisión y ánfora; ser sangre con la herida que acude en el momento, sin llamado. Ser uña, barco y arena; ser sartal, vaharada u orgía de eso. Ser mano, ser cosas, Martin. Ser mundo, pero aspirar ser universo; ser cúmulo y cerrojo. Ser quicio. Ser rubí, tomate y manzanas ¿entendés? Ser latido, lastre y laguna; Ser goleta eximida en éxodo y ser oxígeno. Martin, hay que ser, hay que ser rueda, pulpo y silla. Ser pintura y sombreado, ser planta. Hay que ser pinar, hechizo y chocolate; ser agua, ser marea. Hay que ser diáfano, ser emboque. Ser fasto, raíz, felpa y pupo. Hay que ser gota Martin, lágrima. Ser tintero, ser licor, sahumerio y varita. Ser lecho, Martin; ser nicho, listón y falseta. También hay que ser postre che, hay que probar ser boya y ser estrella; ser cueva y pasto; motor. Ser idílico, ser néctar. Hay que ser hongo, ser metáfora. Ser sentido, ser sonrisa y también, ser ceniza. Ser cascada, ser lumbre, ser resorte, ser duende... Martin.

Ojo Martin, que también hay que no ser. No hay que ser pistola, ni cemento. Ni nudo, ni tecla, ni moneda. No hay que ser serie, ni réplica. Mucho menos robo. No hay que ser ni vastedad ni punto. Ni modorra, ni piedra, ni patíbulo de ideas. No Martin, no hay que ser ni detalle ni aflicción. Tampoco paliativo ni veleidad. Si uno es tupido y soporte, termina hilando y endilgando royos, Martin. No hay que ser carrera ni repetición. No hay que ser imagen; no hay que ser antena, ni enchufe; ni sal ni condimento. No hay que ser talco, Martin, ni tampoco cartelera. Ni clavo, ni pixel y para nada lacayo. Ni termo, ni portal. Hay que pensar Martin, en no ser herramienta ni programa. No hay que ser ni coraza ni gelatina. No hay que ser deshojo ni oráculo. Es feo ser oscilación, no hay que serlo, Martin; como tampoco hay que ser mascara, ni virtud férrea. No hay que ser implosión, ni plomo. Ni panal, ni aceite, ni boga. No hay que ser cactus nunca, ni tampoco aparato. No hay que ser corneta, ni tampoco cortina. Ni menguado ni tapa ni martillo. Cuidado con ser cigarro o alfiler Martin, no hay que serlo.

Eso creo.